Auxiliares. Salinas de Imón, Sigüenza, Guadalajara.
Imón es una pedanía de Sigüenza (Guadalajara), situada en la carretera que une a ésta con Atienza. Pertenece a la comarca de la Serranía, localizada en el noroeste de la provincia, que cuenta con interesantes recursos histórico-ártísticos y etnológicos. Además, gran parte de su territorio se encuentra protegido por sus espacios naturales, dominados por la sierra de Ayllón, nexo de unión entre el sistema Central y el sistema Ibérico.
La comarca cuenta con una orografía accidentada y una densa red de arroyos y ríos que tributan al Jarama y al Henares, afluentes del Tajo. El clima, mediterráneo continentalizado, es de inviernos fríos con heladas habituales y veranos secos y cálidos, con una media pluviométrica abundante que se sitúa entre los 1.500 y 900 litros anuales. La zona norte de la comarca, que se corresponde con las zonas de mayor altitud, es de mayor pluviosidad y temperaturas medias más bajas que la zona sur. La sierra de Ayllón tiene un clima de montaña con nevadas desde finales del otoño hasta bien iniciada la primavera, cuando su deshielo contribuye al caudal de los ríos.
Vista aérea tomada en el año 2009. El conjunto, dividido por la carretera que comunica Sigüenza con Atienza, se compone de tres grandes almacenes, cinco norias y una amplia red de piscinas, recocederos, canales y regueras. No incluye la noria ni la piscina situados más al norte.
En la comarca hay distintos yacimientos de la Edad del Hierro, más abundantes alrededor de Sigüenza, antiguo enclave arévaco. Fue romanizada durante el siglo II a.C. quedando restos de calzadas y otras construcciones relacionadas con éstas en distintas poblaciones.
Tras varios siglos de ocupación musulmana -de la que datan los castillos de Atienza, Sigüenza, Cogolludo o el de Riba de Santiuste- fue reconquistada por Castilla durante los siglos XI y XII, desarrollándose en todo su territorio un románico rural con numerosas iglesias y ermitas construidas a partir de la segunda mitad del siglo XII y durante el XIII. Muchas de estas construcciones religiosas permanecen aún, aunque bastantes de ellas fueron ampliadas y reconstruidas durante los siglos XVI y XVII, sustituyéndose elementos románicos originales por otros nuevos renacentistas.
La economía tradicional de la comarca se basaba en la agricultura de secano y en la explotación de sus bosques. La ganadería ovina era y sigue siendo la más extendida, destacando también la práctica de la apicultura. Hasta finales del siglo pasado fue muy importante la explotación de las salinas de la zona, objeto del presente artículo.
Las más importantes fueron las salinas de Imón, declaradas en el siglo XII propiedad de la Corona por Alfonso VII, rey de León y de Castilla, y que llegaron a ser las de mayor producción en la península ibérica durante varios siglos.
Es probable que los romanos extrajeran sal en Imón ya en el siglo I, aunque no hay constancia histórica de ello, si bien se tiene conocimiento de instalaciones salineras y asentamientos relacionados de esa época en los alrededores de Sigüenza, concretamente en Alcudeza y en Horna, según sostiene Nuria Morere en su artículo "La explotación romana de la sal en la región de Sigüenza"
Durante la Edad Media la sal fue un importante elemento de desarrollo económico. Se utilizaba para conservar alimentos, convirtiéndose en la base de un sistema productivo de previsión estacional, intensificado a partir del siglo XII, que permitía la guarda para su posterior consumo de productos derivados del cerdo y de la pesca. De esta época son las primeras citas documentales que se poseen.
Como se ha indicado antes, el conjunto de las salinas de la comarca dependió del poder real desde el siglo XII, que hizo donación de ellas de forma parcial o completa a Sigüenza y a Atienza, tal y como se refleja en los documentos que se conocen sobre ellas. En 1139, el rey Alfonso VII hizo donación del diezmo de las salinas de Bonilla e Imón al obispo Bernardo de Sigüenza. Diez años después, en 1149, el mismo rey, mediante privilegio, señaló los límites de la villa de Atienza y del derecho a las salinas. Durante el reinado de su nieto, Alfonso VIII de Castilla, hay distintos documentos reales fechados entre 1166 y 1180 que conceden derechos, diezmos, rentas o la propia explotación de las salinas a los obispos de Sigüenza y a monasterios de Atienza.
Los documentos descritos confirman la importancia económica de las salinas para el obispado de Sigüenza y su comarca.
Vista de los recocederos situados al suroeste del conjunto, próximos al puente y a la caseta indicados en el plano.
Recocederos vistos desde la esquina sur del almacén de San José.
Otra de las norias de Imón, situada el la zona sureste del conjunto. El agua extraída de los pozos se vertía en una artesa de madera desde la que era conducida bajo el suelo hasta el exterior por canales también de madera.
Una de las cinco norias de las salinas de Imón. Las norias de madera, movidas por mulas, se encontraban en el interior de edificios de planta octogonal y extraían el agua de pozos de 4 a 10 m de profundidad.
Siguen encontrándose citas documentales de cesión de derechos y explotación de las salinas hasta bien entrado en siglo XIV, cuando Alfonso XI las vuelve a incorporar como posesión a la Corona en 1338, estableciéndose un monopolio tanto para su producción como para su almacenamiento, aunque dejando libre su comercio, lo que provocó numerosos problemas hasta que durante el reinado de los Reyes Católicos se marcó el territorio donde podría llevarse el producto de cada salina y volvieron a pasar a manos privadas hasta época de Felipe II, quien las volvió a incorporar a la Corona.
Durante todo este período y hasta el siglo XVIII la producción se mantuvo relativamente estancada hasta que el rey Carlos III volvió a impulsar la producción de sal, modernizando y ampliando las instalaciones con la construcción de naves que se han utilizado como almacenes hasta finales del siglo XX y una compleja red de canales y abercas con los que se logró una mayor producción a un menor coste para beneficio de la Hacienda española al mantenerse la regalía de la sal.
Imón siguió manteniendo una importante producción durante los dos primeros tercios del siglo XIX, considerándose entre las salinas más notables del reino, aunque por detrás de las marítimas de Alicante o Cádiz y de las interiores de Poza de la Sal. En 1869 se permitió en España la libre producción y comercio de la sal, lo que provocó una caída de la producción y la venta de las salinas a un consorcio privado que renovó en las décadas siguientes sus instalaciones, mecanizándolas parcialmente, y construyó un tercer almacén, el de San Pedro, además de remozar los antiguos almacenes y estanques. Durante el siglo XX, la producción fue mermando hasta el cierre de las salinas.
Fachada sur del almacén de San Antonio, el mejor conservado, con el pórtco de acceso al mismo, compuesto por seis columnas y una techumbre de madera. En la esquina izquierda se aprecia la chimenea del antiguo generador eléctrico que alimentaba el sistema de iluminación y la maquinaria de los almacenes y norias.
Interior del almacén de San Antonio, estructura de cubierta, parcialmente hundida en la zona norte de la nave.
Pórtico de entrada del almacén de San Antonio, detalle de la solución estructural de esquina de su cubierta.
Almacén de San Antonio, pótico de acceso. Al fondo, el almacén de San José.
Almacén de San Antonio, detalle de la estructura de su cubierta.
El conjunto de las salinas de Imón está formado por tres grandes almacenes construidos entre los siglos XVIII y XIX y situados en su zona central, dividida por la carretera de Sigüenza a Atienza. A estos se suma una serie de estanques alimentados con el agua de cinco anchos pozos de 4 a 10 m de profundidad. El agua se extraía por medio de norias realizadas con madera y movidas por animales (habitualmente, mulas) Los estanques y pozos se ordenan en conjuntos independientes (partidos), compuestos a su vez por recocederos (estanques de unos dos metros de profundidad que recibían el agua de las norias) y calentadores (estanques de menor profundidad, a los que se trasvasaba el agua de los recocederos para lograr una mayor evaporación), todo ellos comunicados por una red de canales (regueras y desagües) que funcionan como aporte o evacuación del agua sobrante.
El funcionamiento de las salinas es intenso desde el mes de mayo hasta el mes de octubre, meses que comprende la campaña salinera, con una mayor actividad coincidiendo, lógicamente, con los de mayor calor, julio, agosto y principios de septiembre. Sin embargo, dependiendo de la climatología, durante el resto de meses se produce sal aunque con una menor intensidad.
El agua salada se extrae del subsuelo por medio de pozos que disponen de una noria dentro de un edificio de planta octogonal que los protege. El agua extraída se envía a los recocederos, donde se calienta por la acción del sol. De estos se va suministrando al conjunto de albercas de menor profundidad, organizadas por partidos y llamadas calentadores, en los que se cristaliza.
Almacén de San Antonio, detalle de una de sus esquinas, realizadas con sillar mientras que el resto de los muros emplea el mampuesto. Una cornisa de madera remata los paños.
Almacén de San Antonio, pórtico de acceso de su fachada sur visto desde el almacén de San José. Los tres almacenes destacan por su sobria construcción.
Imón se encuentra en valle del río Salado, antiguamente conocido como Gormellón. El río, con un curso de 44 kms, nace en las proximidades de Paredes de Sigüenza y desemboca en el río Henares. Su nombre es debido a que atraviesa zonas de materiales muy solubles que hacen que su agua se cargue con sal.
El origen de los yacimientos de sal de la comarca se remonta a doscientos millones de años, cuando una amplia zona de la península ibérica estaba cubierta por el mar. Durante el período Terciario el mar se vió reducido a una serie de lagos poco profundos y ricos en sal. Desaparecidos los lagos por la falta de un aporte de agua suficiente como para contrarrestar su evaporación, la sal cristalizada de su lecho formó amplios depósitos de hasta 200 m de espesor.
Las corrientes subterráneas que entran en contacto con estos estratos de sal gema provocan su disolución y dan lugar a manantiales de agua salobre que son utilizados para su extracción. En el caso de Imón, el agua salobre se extrae del subsuelos mediante su perforación con pozos.
Hasta finales del siglo XX, estuvieron en funcionamiento tres de las cinco norias existentes, las conocidas como la Mayor, la del Rincón y la de los Marajos, mientras que las otras dos - la de Torres y la de Enmedio- llevaban varias décadas sin funcionar. Hoy en día, todo el conjunto se encuentra completamente abandonado por la misma administración autonómica que lo declaró bien de interés cultural en 1992.
Almacén de San Antonio, fachada este, muro de mampuesto con restos de revoco. Gran parte de la cubierta de este almacén se ha hundido debido a su abandono.
De las antiguas instalaciones se conserva un antiguo puente sobre una reguera madre, que sirve de paso al camino de Alcolea. También se conservan casi un centenar de metros de la cerca albardillada de la antigua parcela. Ambos son de difícil datación dada su construcción popular, pero son anteriores al resto de las edificaciones que se conservan.
El conjunto de estanques de las salinas está realizado en sillería y mampostería de piedra caliza con mortero de cal, tanto en sus muros como en su fondo, y revestidos interiormente con una tapia de arcilla bien compactada, sostenida por un entablado de madera. Disponen también de caminos empedrados con canto rodado que sirven de acceso a todos ellos y, además, permiten un espacio suficientemente ancho donde acumular la sal que se saca de ellos.
Las divisiones entre estanques se relizaron por medio de tablazón, lo que permitía su fácil limpieza y posibilitaba la extracción de la sal. Se conservan algunos canales de madera para el abastecimiento de los recocederos. Entre cada estanque hay pequeñas acequias que cruzan los caminos empedrados, permitiendo su comunicación y facilita el desecado y llenado parcial de cada uno de ellos. Todo ello está dispuesto de tal manera que existe un suave desnivel entre todos los estanques, de tal manera que en época de lluvias facilita su desagüe a las regueras madre.
Almacén de San José, fachada sur, muro de mampuesto rematado con una sencilla cornisa de canecillos de madera y tablas. El ladrillo del hueco corresponde a un añadido del siglo XX.
Almacén de San José, parcialmente derrumbado en su lado norte, con un cuerpo añadido de habitaciones en primer término.
Almacén de San José, interior visto desde su acceso oeste. Esbeltos pórticos de madera de pino soportan la estructura de forjados y cubierta.
Almacén de San José, entrada de la fachada principal (oeste) protegida por un pequeño cobertizo hundido.
En lo que respecta a las edificaciones, las norias presentan su típica planta octogonal, con una estructura de madera que se enlaza con el vértice de la cubierta, lo que permite un espacio completamente diáfano en su interior. Las norias originales consistían en un mecanismo primitivo realizado con dos ruedas de madera a modo de engranajes: una con el eje en vertical que recibía el empuje del animal que la movía y otra con el eje horizontal, introducida parcialmente en el ancho pozo del que extraía el agua con sus cazurros de barro. El agua así obtenida era vertida directamente a una artesa de madera de la que salía una pequeña acequia construída con tablas que discurría por debajo del suelo que pisaba el animal, debidamente tratado para que éste diera vueltas, formando el conjunto una perfecta maquinaria artesanal.
Sólo se conserva el mecanismo original de una noria, la conocida como noria de en medio. El resto había sido sustituído por motores eléctricos antes de proceder al cierre de las salinas.
Almacén de San José, paño norte. Detalle de la cornisa de madera, compuesta por unos canecillos y tablas apoyados sobre un durmiente.
Almacén de San José, esquina noreste, muy dañada. Los muros de mampuesto de piedra caliza, se reforzaban con pequeños sillares en las esquinas.
Almacén de San José, fachada este, detalle del vano de acceso, con un dintel formado por seis vigas sobre durmiente. Se aprecia también la pieza de madera sobresaliente en la que encajaba el eje de la puerta.
Almacén de San José, entrada a la altura de la planta superior, realizado en la fachada este. El acceso se realizada a través de una rampa exterior empedrada que permitía salvar la diferencia de cota. A su izquierda había otro acceso igual, hoy desaparecido.
Los almacenes de sal son auténtcas obras de ingeniería popular. Los dos más antiguos, el de San Antonio y el de San José, son los que se mantuvieron en pie hasta el abandono de las salinas debido a que sus grandes dimensiones garantizaban una capacidad suficiente para guardar la producción. El tercero de ellos, conocido como de San Pedro y construido después que los dos citados, fue abandonado con anterioridad, quedando de él solamente los muros exteriores, de mejor factura que los del resto.
Ambos almacenes -el de San Antonio y el de San José- presentan una interesante solución estructural a base de pórticos soportados por pies derechos de madera de gran esbeltez y una entreplanta ejecutada a base de vigas de madera y suelo de tablas que permitían el acceso de carros tirados por mulas para depositar la sal dentro de ellos. Las últimas reformas realizadas en ellos consistieron en una pequeña rampa en el acceso principal de sus plantas bajas que permitía la entrada de pequeños camiones para su carga en el interior al bajar ligeramente la cota de la rampa respecto al nivel del suelo de ambos.
Almacén de San José, la estructura de cubierta, formada por pares y correas sobre los que descansa un entablado de ripia apoyado sobre rastreles.
Interior del almacén de San José, con su sistema de pórticos de madera, paralelos a las fachadas alargadas, formando cinco naves.
Almacén de San José, detalle de la estructura de los forjados de tablas de la planta superior. Toda la madera de los edificios se encuentra en buen estado a causa de la sal.
Almacén de San José, detalle de la parte superior de los pórticos sobre los que descansa la estructura de la cubierta
Es posible que el de San Antonio sea el más interesante de los tres almacenes, al conservar su pórtico de entrada íntegro, realizado a base de seis grandes columnas de piedra ochavadas sobre las que descansa una estructura de madera perfectamente ejecutada. Una gran chimenea, correspondiente a la pequeña fábrica de electricidad que daba luz al conjunto, lo diferencia del resto. Cuenta, al igual que el almacén de San José, de una rampa exterior trasera, empedrada, para facilitar el acceso a la entreplanta.
Dada la diferente proporción de sus plantas (el de San Antonio es de menor anchura, con una planta más rectangular (50 x 25 m) y el de San José es de planta más cuadrada (40 x 35 m)), los anchos de sus crujías son diferentes, así como el número de pies derechos de cada uno de los pórticos.
Por su parte, el almacén de San José presenta dos edificaciones adosadas a su fachada principal realizadas a principios del siglo pasado y que conforman su acceso principal. En la parte posterior del almacén se conservaba hasta hace poco la torre con parte de la maquinaria que ayudaba a subir por la rampa las vagonetas cargadas de sal del sistema de raíles realizado a finales del siglo XIX, cuando las salinas fueron adquiridas por un grupo de inversores privados que modernizarón la explotación.
Del tercer almacén, conocido como de San Pedro, sólo quedan las fachadas exteriores, realizadas también con mampuesto y reforzadas con sillares de mayor tamaño en sus esquinas, aunque de una ejecución más elaborada que la de los otros dos. Destaca su cornisa realizada con tres tejas voladas.
Uno de los estanques de las salinas, con sus muros de mampuesto y restos del revoco que los impermeabilizaba. Al fondo, el almacén de San Pedro.
Otra edificación de la que aún quedan restos es la caseta del guarda, antigua vivienda situada en la parte sur del partido de Las Tiñosas, manteniendo las mismas características constructivas del resto. Muros de mampostería de piedra caliza cogida con mortero de cal y restos de revoco, sillares como refuerzo de las esquinas, estructura de madera, tanto interiores como de cubiertas, cuyos elementos singulares se mantienen en buen estado a causa la acción protectora de la sal pero cuyos edificios se encuentran en ruinas a causa del absoluto abandono por parte de la Junta de Comunidades de Castilla La Mancha, precisamente la misma administración pública que declaró al conjunto de las salinas de Imón bien de interés cultural, con la categoría de Monumento, en 1992 ■
Imagen lateral del almacén de San Pedro, con una puerta auxiliar en su fachada norte que también quedaba protegida por un pequeño cobertizo. Delante del almacén queda aún un gran montón de sal como último resto de la producción que durante casi mil años se extrajo de estas salinas.
Fachada principal, sur, del almacén de San Pedro. Pueden observarse restos del pótico de entrada, así como una mejor ejecución de los muros. Los huecos más grandes se resuelven con arcos rebajados, mientras que los de menor tamaño utilizan vigas de madera. La cornisa, de tejas voladas, lo diferencian también del resto.
Bibliografía e imágenes.
DOCM 8 de julio 1992. Decreto102/1992, de 23 de junio, por el que se declara bien de interés cultural, con la categoría de Monumento, el inmueble correspondiente a las Salinas de Imón-Sigüenza (Guadalajara)
Herrera Casado, Antonio y Serrano Belinchón, José. Guadalajara pueblo a pueblo. Entrega nº 37 Imón, entrega nº 30 Sigüenza. Ed. Nueva Alcarria.
Díaz Díaz, Rafael. Arquitectura para la industria en Castilla La Mancha. Ed. Servicio de publicaciones de la Junta de Comunidades de Castilla La Mancha.
Trallero Sanz, Antonio Miguel (tutor); Martínez Señor, Vanesa; Arroyo San José, Joaquín. Salinas de la comarca de Atienza, resumen memoria. EUAT Guadalajara.
Plano de situación a partir de una imagen aérea de Googlemaps.