Auxiliar. El mercado Os Pendellos, Agolada, Pontevedra.
Agolada es un municipio de Pontevedra situado en el extremo nordeste de su provincia, en la comarca de Deza, que prácticamente ocupa el centro geográfico de Galicia. Su término municipal está compuesto por 131 núcleos de población repartidos en 24 parroquias. La capital del municipio, también llamada Agolada, pertenece a la parroquia de San Pedro de Ferreiroa.
Los principales ríos del municipio son el Ulla, su límite al norte con la provincia de La Coruña, y su afluente, el Arnego. La altitud de la capital, Agolada, es de 585 m, aunque a pocos kilómetros al este se encuentra el monte Farelo, de 956 m, cuyas sierras lo separan de la provincia de Lugo. El clima de la comarca es oceánico interior, caracterizado por temperaturas suaves y lluvias. Sus inviernos son suaves y sus veranos frescos, con una oscilación térmica anual pequeña. Las precipitaciones son abundantes (1.290 mm), uniformemente distribuidas durante el año, aunque con su máximo en invierno.
La comarca cuenta con vestigios de la cultura megalítica en sus numerosas “mámoas”, túmulos compuestos por dólmenes y menhires, habiéndose encontrado en algunos de ellos valiosos restos de orfebrería, como el “Tesoro de Agolada” encontrado en Ferreiroa, datado a inicios de la Edad del Bronce (1700-1600 a.C) y formado por dos brazaletes y una gargantilla de oro, hoy expuesto en el Museo de Pontevedra. También quedan restos de numerosos castros. Durante la época romana, una red viaria que contaba con distintos puentes comunicaba toda la zona con el resto del territorio. Tras la caída del Imperio la densidad de población de la comarca permaneció relativamente alta. Agolada perteneció al Condado de Deza desde el siglo VI, bajo el dominio suevo. La división en condados como células básicas de gobierno fue una de las peculiaridades del reino suevo. Tras la invasión musulmana y la devastación causada en tierras gallegas, la comarca se repobló a partir del siglo IX, en época del primer conde de Deza del que hay referencias: Alfonso Betote. La repoblación traerá consigo la construcción de numerosas iglesias románicas, monasterios y otras obras civiles de desarrollo. Como curiosidad, cabe destacar que el Ponte de Taboada, sobre el río Deza, sería construido durante el condado de su hijo, Gonzalo Betotiz.
Imagen aérea de Agolada, con el núcleo del mercado destacado con un tono de color más fuerte. En la parte superior de la fotografía se observa la actual carretera que une Lugo con Lalín. Los pendellos se disponen linealmente, formando un entramado de estrechas calles que facilitaba el comercio de las mercancías. Parte del mercado se demolió en los años setenta del siglo pasado, quedando también pendellos al sur y al oeste del núcleo remarcado.
El poder de los señores de Deza se mantuvo hasta el siglo XIV, cuando Agolada aparece bajo el dominio de Pedro Enríquez, Conde de Lemos. El siglo siguiente, final de la Edad Media, vino marcado por la Revuelta Irmandiña, un alzamiento de las clases populares contra los abusos de los nobles gallegos hacia el campesinado. Si bien la rebelión fue sofocada durante la segunda mitad del siglo XV, provocó un importante debilitamiento del poder feudal en favor del poder monárquico. Dicho debilitamiento, unido a la estabilidad política de comienzos de la Edad Moderna, dio lugar a una prosperidad económica y a una expansión demográfica muy importante en toda Galicia, apoyada en el cultivo de la patata y del maíz procedentes de América.
El mismo cobertizo tomado desde distinto ángulo. Esta fotografía y el resto de las que se muestran en este artículo han sido tomadas de la web ospendellos.webnode.es, que pertenece al Concello de Agolada.
La construcción de los pendellos es muy senciila: muros de mampostería de granito y cubiertas de madera y teja. En este pendello, el mostrador de piedra se complementa con un unas losas de piedra encajadas en el muro del fondo para exponer las mercancías.
El mostrador está presente en un buen número de cobertizos, casi siempre con un segundo mostrador, también de piedra, en el muro posterior.
Las columnas de los pendellos son monolíticas. Los muros, de mampuesto, tienen elementos de mayor tamaño en esquinas y elementos singulares como esquinas o dinteles.
La economía de Agolada ha estado tradicionalmente basada en la agricultura, la ganadería y la explotación de los montes. A ello se suma el hecho de que, desde hace siglos, se celebra una importante feria todos los días 12 de cada mes, dedicada al comercio de ganado, productos agrícolas, textiles, herramientas y otras mercancías.
La feria, probablemente de origen bajomedieval, se realizaba hasta finales del siglo XVIII al pie del monte Farelo, en un lugar conocido como Chaos de Aián, muy próximo a la aldea de Aián. En 1788, durante el reinado de Carlos IV, la feria se trasladó a otra pequeña aldea, Agolada, situada cuatro kilómetros hacia el oeste. El motivo fue la queja de los vecinos de Aián y otras aldeas cercanas por los daños que el ganado de la feria ocasionaba en sus cultivos. También influyó el que Agolada tuviera una posición más centrada en la comarca y mejor comunicación que Aián. Fue el entonces escribano de Ventosa y Borraxeiros, D. Ramón Barrio de Losada, que vivía en Agolada, quien se encargó de las gestiones necesarias para llevar a cabo dicho traslado. La Real Cédula de concesión que obtuvo exigió que el ganado de la feria se guardara en un recinto murado para evitar nuevos problemas.
Trasladada la feria, la aldea de Agolada sufrió un notable crecimiento de población y se expandió con el recinto ferial, que permaneció en uso hasta principios de los años 70 del siglo XX, cuando su degradación era ya manifiesta y sufría una importante presión urbanística que terminó por provocar la desaparición de una gran parte del conjunto. En 1977 se demolieron doce pendellos en el Paseo da Parranda y, un año después, otros once para construir el actual ayuntamiento. En mayo de 1985 el mercado fue declarado Conjunto Histórico Artístico y comenzaron a hacerse pequeñas obras de conservación que culminaron con la rehabilitación terminada recientemente.
La altura de las cubiertas suele ser baja, arrancando de unos dos metros. Realizadas originalmente con vigas de castaño, se cubren con teja sobre tablas.
Los pendellos se disponen en conjuntos que forman calles estrechas. Hay de distintos tipos, según su uso: expositores, guarda, alojamiento y comedores.
Las cubiertas de los cobertizos suelen descansar en columnas de una sola piezas, como en el pendello de la izquierda. También hay cubiertas cuya viga inferior apoya exclusivamente en los muros laterales, como sucede en el de la derecha.
Como puede verse, la anchura de las calles del recinto es muy pequeña, en algunos puntos es menor de dos metros. En otros puntos, espacios más amplios favorecen la reunión de comerciantes y compradores de ganado.
La sencillez del conjunto y la ausencia de cualquier tipo de decoración destacan junto al número de distintas soluciones que hay para las construcciones.
El tamaño de los pendellos variaba de unos a otros, algunos se limitaban a la superficie del propio mostrador, protegido con una cubierta ligera, como el que se ve en primer plano.
El mercado de Agolada es un recinto ferial de finales del siglo XVIII formado por construcciones de piedra -los pendellos, de los que actualmente quedan alrededor de setenta- que eran utilizadas por los comerciantes para alojarse durante la feria, guardar el ganado y caballerías, comer o realizar la compra y venta de las mercancías. Las construcciones, con muros de mampostería de granito y cubiertas de madera y teja, son sencillas y prácticas. Ausentes de decoración, se levantaron formando un entramado de estrechas calles y eran utilizados los días de feria, con grandes mostradores y bancos corridos de piedra.
Los expositores se formaban con losas de piedra que descansan sobre un muro de mampuesto de granito. El solado de la imagen es de finales del siglo XX.
Imagen de la zona central del recinto ferial, con distintos tipos de pendellos conformando un espacio algo más desahogado que el resto, con un árbol que domina el conjunto.
Algunos pendellos, como el de la imagen, estaban formados por cobertizos o alpendres de gran tamaño, con más de veinte metros de longitud.
Además de pendellos para exposición, formados por un cobertizo que protegía el espacio del mostrador, había pendellos cerrados para guardar mercancías y animales.
Los pendellos eran construcciones pensadas para ser económicas y mantenibles, además de ser funcionales y estar diseñados expresamente para el uso que iban a recibir. Dependiendo de éste último, se distinguen varios tipos. Los pendellos utilizados para exposición de mercaderías contaban con mostradores de mampostería -aproximadamente de 50 cms de ancho- rematados superiormente con losas de piedra que facilitaban la colocación y venta de productos del campo, principalmente, protegidos del sol o de la lluvia con cubiertas de teja sobre tablero de madera apoyado en pares que descansan, a su vez, en una viga de madera sobre pilares de piedra o directamente sobre los muros de mampuesto. En muchas ocasiones un segundo mostrador interior, a modo de losas de piedra empotradas en el muro posterior o como un banco corrido adosado a éste, ampliaba la superficie para colocar las mercancías.
Los pendellos que se utilizaban como comedores por parte de feriantes como de vecinos de la comarca que se acercaban al mercado a intercambiar o comprar productos, solían limitarse al elemento de cubierta apoyada sobre pilares y muros en uno o varios de sus lados para protegerlos del viento y la lluvia. En el recinto del mercado llegó a haber ocho de estos pendellos, que contaban con un pequeño lugar protegido cerca de una de sus esquinas para hacer el fuego mientras que el resto de sus superficie se ocupaba por mesas y bancos de madera.
Otros pendellos se utilizaban como almacenes o para guarda de ganado, en algunas ocasiones de dos plantas con viviendas en su planta superior. También había edificios destinados a viviendas que se utilizaban como posadas durantes las ferias. Todos ellos, como se ha dicho antes, de muy sencilla construcción y empleando materiales comunes al resto de la comarca: granito, madera y teja curva cerámica, en ocasiones, losa de pizarra. Los muros de mampostería apenas tenían huecos, aunque a veces disponían de pequeñas ventanas para dejar pasar la luz, protegidas con palos de madera. Todos tienen planta rectangular, con una longitud que varía entre los ocho y los veinte metros y una anchura de entre dos y cuatro. El espesor de los muros varía entre los 50 y 70 cms y suelen ejecutarse el posterior y uno o dos de los laterales. En el caso de almacenes, establos o viviendas, lógicamente, los muros cierran el perímetro de la construcción por sus cuatro lados.
La misma cubierta vista desde su interior, con las tablas que soportan las tejas y que apoyan en pares de madera que van desde el muro a la viga exterior.
El sistema de cubierta era sencillo, casi siempre a un agua. Los pares descansan sobre una viga que apoya sobre pilares, a veces con una pieza de madera que iguala su altura.
Un cobertizo diáfano, sin mostrador, probablemente para uso de comedor.
Uno de los pendellos, con su mostrador de piedra protegido por muros de mampostería.
El valor del mercado de Agolada no es solamente arquitectónico, su importancia desde el punto de vista etnográfico es indiscutible. A pesar de los daños sufridos y los elementos perdidos a partir de 1960, se trata de uno de los mejores ejemplos -por no decir el mejor- de este tipo de construcciones en todo el continente europeo. Las ferias de ámbito rural han sido parte fundamental en el desarrollo de las comunidades durante siglos. Algunas ellas habían tenido sus inicios durante la Baja Edad Media. En Galicia fueron muy frecuentes y aún hoy se mantienen muchas de ellas trasladadas a recintos más modernos. Es por ello que los restos de los antiguos mercados son numerosos.
Además del recinto de Agolada destacan el de la feria de Baiñas, en La Coruña, comenzada a mediados del siglo XVIII y perdida hace ya más de veinticinco años, o las ferias de Baio, Quintáns y Ponte do Porto; las dos primeras, junto a la de Baiñas, ya existentes a mediados del XVIII y citadas en el catastro del Marqués de la Ensenada. La de Ponte do Porto, más reciente, se inició a principios del siglo XIX.
El artículo se acompaña con un interesante documental de la serie de Televisión Española, Arte y tradiciones populares, dedicado a los recintos feriales dentro de la arquitectura popular gallega. Fue emitido en 1984 y rodado ese mismo año, con lo que cuenta con el valor añadido de unas imágenes de más de treinta años, cuando la mayor parte del mercado de Agolada -tema central del documental, junto al mercado de Baiñas- se hallaba en mal estado y la feria se celebraba, muy reducida, en las calles aledañas al mismo.
Por último, como se ha dicho en la primera imagen del artículo, todas las fotografías, salvo la correspondiente a la vista aérea inicial, se han tomado de la web ospendellos.webnode.es, que pertenece al Concello de Agolada y están realizadas tras las reparaciones de los años noventa del siglo pasado, antes de la rehabilitación concluída recientemente ■