Arquitectura civil. La estructura de la Torre de Hércules. La Coruña.
Se trata de un faro romano construido a finales del siglo I o principios del siglo II sobre terrenos que formaban parte de un antiguo espacio de culto celta, situados en un promontorio rocoso de 57 metros de altura sobre el nivel del mar. Desde su construcción hasta ahora la torre ha cumplido su función de servir como señal marítima para la navegación de la zona, por lo que se la considera el faro en funcionamiento más antiguo del mundo. En época romana se la conocía como Farum Brigantium, en el Medievo como el Faro o el Castillo Viejo y en la Edad Moderna como Torre de Hércules. La autoría del faro, sin bien es aún controvertida, se atribuye al arquitecto Cayo Servio Lupo, procedente de Coimbra (Portugal)
El declive del Imperio Romano y del comercio dio comienzo a la decadencia de las grandes rutas marítimas, por lo que el faro inició un dilatado proceso de abandono, ruina y expoliación que se mantuvo durante la Alta Edad Media. Si bien muy probable que no alumbrara, la torre siguió siendo un hito de primer nivel para la navegación de cabotaje realizada con pequeños barcos, que llegó a ser relativamente intensa en aguas interiores como las rías gallegas.
Durante la época de las invasiones normandas, en la segunda mitad del siglo IX, debido a las amenazas externas y a la caída del comercio y de la actividad portuaria, el núcleo de Brigantium fue prácticamente abandonado por su población que se trasladó a un asentamiento más seguro situado al fondo de la ría. Los restos del faro se utilizaron como torre de vigilancia de marcado carácter defensivo.
En la Baja Edad Media, el temor a una invasión por mar decrece y se produce una reactivación del comercio y una repoblación del litoral. La Carta Puebla otorgada por Alfonso IX en 1208 supone la fundación de una nueva ciudad. La torre sigue siendo una atalaya y sirve de baliza marítima.
A finales del mismo siglo, Alfonso X publica su Historia de España. En uno de sus pasajes, mezclando realidad, leyenda y el mito clásico de Hércules, sitúa su enfrentamiento con el gigante Gerión en el finis terrae atlántico. Tras matar a su enemigo, Hércules lo entierra a la orilla del mar y construye sobre su tumba una torre-faro, además de fundar la ciudad de Crunia. A partir del siglo XIII el faro mantuvo ese nombre.
Vista general de la Torre de Hércules.
Las partes arruinadas del faro se utilizaron como cantera de piedra para las construcciones de la ciudad hasta el siglo XVI, en el que se prohíbe su expoliación. En la segunda mitad del siglo se construye una escalera interior de madera que permitiera acceder a la linterna del faro a través de las cámaras ya que la rampa exterior había desaparecido completamente.
Es muy posible que en esta época se volviera a poner en funcionamiento como señal marítima dado que se intensificó el tráfico marítimo por el comercio entre Europa y América, convirtiéndose La Coruña en un puerto estratégico del Atlántico. A finales del siglo XVII, se promueve la restauración de la torre para que el faro vuelva a funcionar de manera continuada. El gobernador del Reino de Galicia, Duque de Uceda, encargó al maestro Amaro Antúnez el proyecto de las reparaciones, que consistió en la construcción de una nueva escalera de madera para sustituir a la realizada en el siglo XVI y que permitía el acceso a la rotonda de la torre por el interior de la edificación a través de las cámaras. Fue necesario horadar tres de las bóvedas romanas para el paso de dicha escalera. Se solucionó así el acceso a la parte alta de la torre tras la pérdida de la rampa exterior que había desaparecido por el paso del tiempo y el continuo expolio de materiales para ser utilizados en otras construcciones.
En esa misma obra, se construyeron dos torrecillas coronadas por sendos faroles en la plataforma de remate de la edificación, donde aún se conservaban los restos de la rotonda romana, recuperando el faro su luz. La solución, por modesta, no fue definitiva y a partir de 1730 se volvió a plantear la necesidad de reformarla íntegramente, realizándose distintos informes y proyectos sobre su estado y reparación.
En 1788 el rey Carlos III ordena la restauración de la torre, realizada por el ingeniero militar Eustaquio Giannini ayudado por José Cornide. En ese momento, el edificio sólo conservaba de la obra romana la estructura cuadrangular interior de cámaras y la vieja rotonda superior que había sido reformada en el siglo XVII. El proyecto consistió en el mantenimiento y consolidación general del cuerpo prismático principal, al cual se añadió un forro pétreo en sus cuatro fachadas que ocultó bajo este envoltorio los muros romanos. De esta forma, bajo un aspecto renovado, se mantuvo la estructura original y gracias a ello, se ha conservado hasta la actualidad. La intervención respeta a la ruina romana, valorándola como un testimonio único de la ingeniería de la antigüedad. Esa admiración por lo construido le llevó a marcar su intervención, introduciendo unas pequeñas piedras negras que funcionan como testigos de la restauración haciendo posible identificar los puntos en los que se modificó la estructura original.
El proyecto conservó en su exterior la memoria de la vieja rampa que en la antigüedad permitía el ascenso a la linterna mediante la disposición de una faja helicoidal ascendente que recorre sus fachadas; y construyó el nuevo remate, de tal forma que los pilares ochavados de la llamada sala Giannini marcan el perímetro de la rotonda romana.
Las fachadas constan de un zócalo inferior y cuatro molduras lisas en los esquinales. En lo que se refiere a los vanos, diseñó un par de ventanas con guardapolvo que se distribuyen por las cuatro fachadas, y abrió sólo aquellas que se corresponden con los nichos preexistentes, el resto son ciegas.
En el interior, el proyecto respetó la configuración de las cuatro cámaras abovedadas superpuestas en tres niveles de la construcción romana. La necesidad de hacer cómoda y funcional la subida a la linterna obligó a perforar las bóvedas para dar paso a una escalera más cómoda de cantería, sustituyendo la que se había construido en época del Duque de Uceda. Se demolió la rotonda romana que aún se conservaba aunque muy modificada para modernizar el sistema de señalización del faro. Al no poder aprovechar la estructura existente, se diseñó una nueva composición novedosa, basada en la superposición de dos cuerpos octogonales. Rematadas las obras, se colocaron sobre las puertas de acceso a la Torre las dos planchas de bronce que conmemoran la restauración del faro.
Secciones de la Torre de Hércules. A la izquierda, la sección supuesta del faro en el momento de su construcción, con la rampa perimetral y la bóveda que cubría la zona de la linterna. A la derecha, la sección de su estado actual, con las sucesivas reformas y ampliaciones del edificio marcadas con distintos colores.
Desde entonces las intervenciones sobre el faro se han limitado a reformar parcialmente la zona superior mejorando la linterna y a obras de reparación y rehabilitación. Recientemente se ha excavado su perímetro y estudiado los restos arqueológicos que rodeaban la torre, confirmándose la cronología de la destrucción de la Torre, cuya ruina comienza entre los siglos V y XI para concluir la total desaparición del muro exterior en torno al siglo XIV.
En los niveles medievales que se asientan sobre el suelo tardorromano se encontraron restos de grandes sillares, presumiblemente pertenecientes al muro exterior, que presentaban las huellas de las grapas de hierro que afianzaban su solidez, además de fragmentos de una cornisa monumental que probablemente procedía del remate de la Torre. Junto a todos estos materiales se localizaron numerosos sillares romanos afectados por la meteorización que fueron desechados en el siglo XIII porque no podían ser reutilizados en otras construcciones. También se hallaron los restos de una construcción adosada al muro exterior de la Torre, por el sur, que probablemente daba servicio al edificio, cuando éste desempeñaba la función de vigilancia para alertar de los posibles ataques de las armadas normandas y musulmanas.
En el resto de la zona excavada se ha podido documentar la existencia de la cimentación de época romana constituida por grandes sillares de granito, restos de mortero de cal y la roca viva sobre la que se asentó la construcción. También se han encontrado los surcos que se labraron en la roca madre para encajar los sillares, conociéndose el trazado primitivo del muro exterior que protegía la rampa de acceso a la linterna en época romana, que desapareció debido al paso del tiempo y la expoliación de materiales. Todo ello se puede observar en el espacio arqueológico que se habilitó para su visita durante las últimas obras de rehabilitación llevadas a cabo.
Planta tipo de los tres primeros niveles de la torre, con el núcleo romano diferenciado de la actual fachada neoclásica mediante un sombreado más intenso.
La estructura del núcleo central.
La estructura original central del faro consiste en un volumen prismático de aproximadamente 10 m de lado y 34,40 m de altura que se organiza en tres niveles de diferentes alturas cada uno de ellos: de 9,20 m, 9,60 m y 14,35 m, respectivamente. Cada nivel presenta la misma distribución, con cuatro cámaras cuadradas de 2,70 m de lado inscritas en cada planta. Todos estos espacios se cubren con bóvedas de cañón. Tres de ellas fueron desmontadas al construir la escalera interior. Los muros internos tienen un espesor de 1,5 m, que es la misma anchura que tenían originariamente los muros perimetrales del núcleo conservado de la fábrica romana. Tras las obras de finales del siglo XVIII, el grosor de los muros perimetrales es mayor (2,15 m) porque se forraron exteriormente con un nuevo muro de sillería, quedando la estructura romana revestida y unida a ese forro mediante tizones perfectamente encajados. Casi todos los vanos de época romana (puertas y ventanas de aireación) que había en este muro fueron respetados por la nueva obra neoclásica.
Las caras vistas de los muros internos del faro están realizados con una mampostería concertada (opus vittatum) de granito blanco de 30 cm de espesor. El núcleo de los muros se rellenó con un hormigón de arena, cal y grandes piedras sin trabajar (opus caementicium) que confiere una gran resistencia a la estructura, con un espesor de aproximadamente 90 cm. El aparejo visto de opus vittatum se compone de sillarejos de granito en hiladas horizontales, que se regularizan entre cada cinco y siete hiladas (entre 90 y 120 cm de altura) correspondientes a la compactación de las tongadas del hormigón con el que se rellenaba el interior del muro. El opus vittatum exterior constituye, pues, un revestimiento de acabado y un encofrado perdido del opus caementicium interior.
Los muros cuentan con una serie de agujeros horizontales del tamaño de un sillarejo que se disponen de dos en dos en cada una de las líneas de regularización y que servirían para apoyar los andamios durante su construcción, tapándose posteriormente con ripio. Los huecos de ventanas y puertas se hicieron con sillares de gran tamaño, toscos y de factura irregular. Estos sillares se colocan en las jambas del hueco a soga y tizón y soportan un gran dintel realizado con dovelas.
Las bóvedas de las cámaras se realizaron con un opus caementicium de piedras de distinto tamaño colocadas sobre cimbras de madera apoyadas en los muros interiores. No eran dovelas propiamente dichas. Las piedras, trapezoidales, se colocaban siguiendo la directriz de las cimbras adoptando la posición que tendrían las dovelas, cubriéndose con hormigón de cal sobre el que se repetía la misma operación dos o tres veces. Los senos de la bóvedas se rellenaban después con el mismo hormigón, construyéndose muro y bóveda a la vez, rematándose el opus vittatum de los muros siguiendo las directrices de las bóvedas.
Bóveda de cañón de una de las cámaras, se observa la colocación de las piedras y su tamaño respecto a la mampostería de los muros.
Cámara interior. Detalle de hueco cerrado, con jambas y dovelas de tamaño muy superior al del mampuesto del muro.
Sillares del basamento romano bajo la plataforma de acceso a la torre.
Cámara interior. Una de las ventanas de la actual caja de escaleras. Las piedras de mayor tamaño se utilizaban en la formación de huecos, las de tamaño menor en los muros y las más pequeñas en las bóvedas.
Las cuatro bóvedas de cada planta y los muros que las delimitaban se rellenaban con opus caementicium, formando así una plataforma sobre la que se levantaban los muros del nivel siguiente. El suelo se pavimenta con grandes losas.
El pavimento situado en la última planta de la estructura romana conservada y que fue utilizado como base sobre la que apoyar la bóveda del remate construido por Eustaquio Giannini es parte de la construcción original proyectada y ejecutada por el arquitecto Cayo Servio Lupo y está cortado y dispuesto sobre los muros que forman la cruz central del núcleo original de la torre de tal manera que sirve para atar en el punto superior de la construcción toda la estructura de bóvedas, muros perimetrales del núcleo y muros interiores en cruz.
El pavimento se compone de losas realizadas con grandes piezas de granito talladas con forma de doble T, que se colocan ensambladas unas con otras mediante un sistema de engatillado encadenado siguiendo la dirección de los muros. La pieza central de este atado se sitúa en el cruce de los ejes de los muros que forman la cruz y tiene la forma de dos cruces invertidas con sus brazos trapezoidales. En la fotografía de la derecha, realizada en la sala del primer cuerpo octogonal neoclásico, se observa la forma y colocación de las piezas de este solado, incluyéndose el detalle de la losa central.
Solado de la rotonda superior con las losas de doble T que atan la estructura.
La estructura perdida. La rampa y el muro perimetral. El remate superior.
El acceso desde el exterior a cada una de las cámaras se hacía a través de las puertas situadas en la rampa ascendente que envolvía el núcleo estructural de la torre y que permitía el ascenso hasta la parte alta de la misma. Por esa rampa se supone que se subía la leña que alimentaba la hoguera que se encendía para orientar a los barcos. Otros autores hablan de una linterna de aceite. Por el paso del tiempo, esa estructura envolvente fue deteriorándose y desplomándose hasta desaparecer prácticamente en época medieval, aun así, como se ha comentado anteriormente, se confirmó su existencia durante las excavaciones arqueológicas realizadas hace unas décadas, en las que se descubrió su cimentación.
La cimentación se realizó sobre la roca natural, una vez nivelada, mediante sillares de granito de grandes dimensiones colocados a soga y tizón. La primera hilada tiene una longitud aproximada de 19 m. Después de la segunda hilada de sillares, se superponen sucesivamente en altura a soga y tizón, contrapeándose en las esquinas con los sillares de las fachadas contiguas. De esta manera se construyó una plataforma horizontal de sillería sobre la que se construyeron los muros del faro. Se han encontrado números llaves de hierro con forma de U que se colocaban en unos cajeados en los sillares y se rellenaban posteriormente con plomo derretido para atar la fábrica, técnica muy empleada en la construcción romana..
Los muros exteriores estaría realizados con sillares ciclópeos de granito, también combinados a soga y tizón, de los que se conserva una pequeña cantidad que presentan en su cara visible desde el exterior un almohadillado tosco. Se desconocen los datos sobre la disposición de los huecos en este muro. La longitud aproximada de las fachadas sería de 18 m, pudiendo ser el ancho de la rampa interior de alrededor de 2 m, luz que podría haberse cubierto con bóvedas de características similares a las existentes en el interior. Algunos autores comentan la posibilidad de que las rampas tuvieran pendiente sólo en dos caras contrapuestas, mientras que en las otras dos su desarrollo fuera horizontal, algo que no parece concordar con las marcas que existían en las fachadas antes de su rehabilitación.
La torre se remataba mediante una construcción cilíndrica de aproximadamente 6.80 m de diámetro interior cubierta por una cúpula que, muy probablemente, estaría abierta en su clave conformando un óculo que permitiría la salida de humos. La altura de la cúpula alcanzaba los 4.40 m aproximadamente, y posiblemente consistía en un estrechamiento del cilindro base por aproximación de hiladas desde su perímetro. El cuerpo superior fue demolido en 1789.
En la imagen de la derecha se describe gráficamente el faro original romano descrito en este apartado. No se recoge la descripción de las fachadas dado que no existe información suficientemente veraz para hacerlo con seguridad.
Descripción gráfica del faro romano.
La imagen de la izquierda, tomada de un grabado de finales del siglo XVIII, muestra la evolución histórica del faro, con un primer alzado del Farum Brigantium romano en el que se observa el cuerpo central rodeado por una rampa perimetral apoyada a su vez en un segundo muro que rodeaba el conjunto y que hoy se encuentra completamente desaparecido. Una linterna cilíndrica, cubierta mediante una bóveda con un óculo en su zona central, alberga el fuego en su zona superior. El grabado se basa en representaciones de otros faros romanos, aunque es muy posible que el tamaño de los huecos de la fachada fuera bastante menor y estuvieran adintelados. Algunos autores creen posible que el ancho de la torre estuviera dividido verticalmente en tres cuerpos cúbicos desiguales y ligeramente decrecientes con la altura, con lo que su aspecto exterior sería escalonado
El alzado del centro corresponde a finales del siglo XVII, tras la intervención ordenada por el Duque de Uceda, en la que se mantuvo el núcleo central del faro romano que había perdido definitivamente el muro perimetral exterior y la rampa, de la que sólo quedaba una roza en el punto de unión de ésta con el muro del núcleo interno, ya en el exterior en esa época. La linterna romana se restauró y se cubrió, añadiendo dos pequeñas torretas.
El alzado de la derecha muestra el edificio tras la intervención, a finales del siglo XVIII, de Eustaquio Giannini, que reforzó la estructura de la torre mediante el forrado con sillares del primitivo núcleo romano, quedando la fachada actual. Giannini demolió la linterna superior del faro y construyó en su lugar dos cuerpos octogonales. En esa reforma se construyeron las escaleras interiores de fábrica de piedra horadando puntualmente las bóvedas romanas en los tres niveles de cámaras.
De izquierda a derecha, aspecto exterior de la torre a lo largo de su historia: período romano (alzado supuesto), finales del siglo XVII y tras la intervención de Giannini.
Llegada de las escaleras al nivel del suelo de la rotonda.
Tramo de escaleras de la reforma de 1790 en el interior de la torre.
Las escaleras.
Como se ha descrito anteriormente, cuando el faro volvió a ser utilizado fue necesario habilitar un sistema de acceso a la parte alta que permitiera alimentarlo, ya que se había perdido completamente la rampa perimetral exterior. La solución consistió en una escalera interior, horadando para ello varias bóvedas romanas. La escalera fue al principio de madera. En el diseño de Amaro Antúnez, contratado por el Duque de Uceda en 1684 para su ejecución, se decidió que por motivos de estabilidad estructural los tramos de escalera fueran cambiando de cámara en cada nivel.
En 1790, la escalera de madera, en muy mal estado, fue sustituida por una de piedra con pasamanos de madera que mantuvo el desarrollo de la anterior pero que obligó a algunas modificaciones ya que, para asegurar la estabilidad de la obra fue necesario embutir los sillares de los peldaños en los muros de época romana y asentarlos con firmeza. Giannini introdujo unas piedras negras que se aprecian con total claridad para documentar su intervención y dejar constancia de que se había intervenido en la fábrica romana.
La rotonda neoclásica de Eustaquio Giannini.
Sobre el remate de la estructura romana se asientan los dos cuerpos octogonales añadidos en la ampliación de 1789, manteniendo el pavimento original romano en el que se combinan grandes sillares de granito, en una solución engatillada de buena factura, descrita anteriormente.
Cubierta de la rotonda de Eustaquio Giannini, una falsa cúpula apoyada sobre cuatro pilares radiales que dejan espacio para un pasillo anular.
La restauración del faro tuvo como objetivo adaptar la construcción a las nuevas técnicas de señalización marítima, por lo que reemplazó la estructura de remate del faro por dos cuerpos octogonales de los cuales el segundo se concibió como una linterna y que fue modificado años después.
El primer cuerpo, a cuyo interior corresponde la fotografía de la izquierda, está ocupado por la llamada sala Giannini. Una cámara octogonal con cuatro pilares radiales que dejan espacio para un pasillo anular y un banco corrido. La estancia se cubre con una falsa cúpula. A partir de esta cámara octogonal la subida a la linterna se hace por medio de una pequeña escalera de caracol que se aloja en un pequeño templete con forma de garita que conduce al segundo cuerpo. Actualmente este último cuerpo es una cámara cerrada pero en su origen se concibió como una linterna con amplios ventanales acristalados en cada una de sus caras y una pequeña cúpula rematada por una esfera que actuaba como salida de humos.
Esta última estructura fue reformada por el propio Giannini pasados unos años al modificar el sistema de iluminación y adaptar el edificio para colocar un nuevo sistema de lámpara que sustituyera al inicial de carbón. Para ello se desmontó la pequeña cúpula superior, asentando sobre sus muros la base para un fanal de 3,20 m de diámetro. Los grandes ventanales de la linterna inicial se tapiaron y se construyó una escalera interior para acceder a la lámpara y otra de caracol exterior, que desemboca en el balcón superior y que queda oculta bajo un cilindro con remate troncocónico que le dio el característico perfil a la torre y que sirvió para colocar el pararrayos ■