Auxiliares. Corral de lobos. Lubián, Zamora.
La sierra de la Culebra, conjunto montañoso ubicado en el noroeste de la provincia de Zamora, abarca parte de las comarcas de Sanabria, Carballeda, Aliste y Tábara, limitando al oeste con la vecina Trás-os-Montes de Portugal. Es uno de los espacios protegidos de Castilla y León. Está formada por montañas de relieve suave y redondeado, con una altitud media de en torno a los 1.000 m y una altitud máxima de 1.241 m en la Peña Mira. Está cubierta, en su mayor parte, por pinares procedentes de reforestaciones y brezales, habiendo sido hasta el siglo XVIII un lugar de extensos bosques de castaños y robles que quedó deforestado debido a talas descontroladas.
Su clima se caracteriza por inviernos fríos y largos, con temperaturas medias inferiores a 10ºC durante al menos medio año, en los que son frecuentes las heladas y, en menor medida, las nieblas. Los veranos, por lo general, son cortos y cálidos, con temperaturas medias que rondan los 20ºC y con notable amplitud térmica entre el día y la noche. Es de destacar que las condiciones cilmáticas son de mayor frío y pluviosidad en la Alta Sanabria, situada al noroeste de la sierra, dada su mayor altitud. Lubián pertenece a esta subcomarca y tiene una altitud de 1.030 m. En el sureste de la sierra, más bajo, la media de temperatura aumenta y la pluviosidad disminuye.
La fauna mayor está compuesta de ciervos, corzos, jabalíes. También hay ginetas, tejones, conejos y liebres. Históricamente, la sierra de la Culebra ha sido una zona con un gran número de lobos y aún hoy día su presencia representa una de las mayores densidades de esta especie en la península ibérica y de la Europa Occidental.
La presencia de un elevado número de lobos durante siglos dió lugar a serios problemas que afectaban a los habitantes de la zona al dedicarse buena parte de ellos a la actividad ganadera, obligándolos a proteger sus rebaños mediante el empleo de grandes razas de perros con los que ahuyentarlos y a la persecución y caza sistemática de lobos durante todo el año para evitar que el número de éstos ocasionara mayores perjuicios a sus cabañas. Surgieron así las trampas para lobos, utilizadas hasta mediados del siglo pasado, cuando fueron sustituidas por armas de fuego y veneno.
Puerta de entrada al recinto.
En la ladera de un monte muy próximo a Lubián se encuentra una construcción utilizada desde hace siglos para cazar lobos: el cortello dos lobos (corral de lobos, en castellano).
El corral o cortello es un tipo de trampa, de carácter pasivo, propio de noroeste peninsular, muy empleada tradicionalmente hasta mediados del siglo XX. Consiste éste en un recinto prácticamente circular, de unos treinta metros de diámetro, cerrado con muros de mampuesto realizados con lajas de piedra de la zona colocadas toscamente, sin ningún tipo de argamasa, de unos tres a cuatro metros de altura y rematados con grandes lastras de piedra salientes hacia el interior. Todo este esquema constructivo está diseñado para hacer tan sencilla la entrada del animal como difícil su salida. El muro del recinto es curvo por varios motivos, que van desde la sencillez de su ejecución en comparación con un muro con esquinas, hasta el hecho de que un trazado curvo fortalece al muro en el punto donde éste contiene las tierras de la ladera, pasando por la dificultad de cualquier animal para escapar de un muro sin irregularidades.
Está construido a media ladera de la montaña de tal manera que el muro de su parte superior queda a nivel del terreno. Para ello, antes de su ejecución se procedió a excavar parcialmente el perfil del monte en su punto más alto hasta lograr una altura igual a la del muro del corral.
El funcionamiento de esta trampa pasiva es sencillo. No es necesario que los vecinos busquen los lobos, ya que son éstos los que son atraídos al corral. Su diseño permite la entrada del lobo en busca de una cabra o una oveja colocada previamente en su interior a modo de cebo. Detectado el animal por el lobo o los lobos, éste salta desde lo alto del muro que continúa el terreno para apresarlo. Una vez dentro, el lobo no puede trepar los muros debido a su altura y a las piedras colocadas hacia el interior, con lo que queda en el interior del cortello hasta que el vecino encargado, normalmente el propietario del animal que ha hecho de cebo, vuelve a recogerlo.
Cuando el campesino se daba cuenta de que un lobo o varios habían caído al recinto, avisaba al resto, que se acercaban al lugar provistos de armas con las que someterlo y termina muriendo por el propio estrés o a causa de los aldeanos, que entraban por una puerta cerrada con reja para apresarlo y llevarlo al pueblo, donde era muerto. Al cortello de Lubián se le atribuyen varios siglos de antigüedad. Actualmente no tiene uso pero se encuentra rehabilitado y en perfecto estado ■
Imagen aérea del corral, con el muro perimetral circular.
Sección correspondiente a la imagen superior, puede observarse cómo se aprovecha la pendiente del terreno para configurar la trampa, facilitando la entrada del animal e impidiendo su salida.
El cortello dos lobos visto desde el exterior, en el punto en el que las losas que rematan los muros están prácticamente al mismo nivel que el terreno.
El muro perimetral del recinto visto desde el interior, rematado superiormente con grandes lastras salientes para impedir que el lobo escape.