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Artículos. Edificios tradicionales. Daños más frecuentes.

 
DAÑOS MÁS FRECUENTES EN LAS CIMENTACIONES. 
 
Tanto los daños que afectan a la cimentación como los que puedan afectar a la estructura de un inmueble deben ser reparados inmediatamente, ya que pueden terminar por provocar el derrumbe del edificio. 
 
El terreno sobre el que está construido un edificio se deforma al recibir el peso de éste. Los daños surgen cuando la deformación es muy grande o cuando no se deforma por igual y se hunde más unas zonas del inmueble que otras, provocándose asientos diferenciales. 
 
Socavamiento de la cimentación por la acción del agua. Es un daño relativamente frecuente, producido por una pérdida de agua en las tuberías del saneamiento que discurren bajo el inmueble. El agua que se pierde arrastra el terreno que encuentra y provoca la socavación de los cimientos, quedando éstos en falso, fracturándose y hundiéndose. 
 
Cimentación apoyada sobre rellenos mal compactados. Ocurre cuando se construye sobre un terreno que previamente ha servido como vertedero y no ha sido debidamente compactado. El vertido puede haberse producido en toda la superficie sobre la que se edifica o sólo en zonas del inmueble (por ejemplo, se han rellenado hoyos de mediano o gran tamaño para aplanar el solar). Si el vertido no se ha compactado debidamente, la cimentación que se construya sobre él se hundirá y provocará serios problemas. 
 
Hundimientos por cuevas bajo la cimentación. A veces se construye un edificio sobre una cueva, bien natural o bien realizada por el hombre y perteneciente a alguna antigua edificación derruida. Puede suceder que el techo de la oquedad o de la cueva cedan por el peso de la cimentación dañe seriamente la cimentación. 
 
Otras causas. Otras causas, menos comunes, y por ello no tratadas en este trabajo pueden sobrevenir a causa del deterioro de los materiales de la cimentación, incremento de las cargas que puede soportar el inmueble, arcillas expansivas, etc. 
 
Empuje del agua sobre muros de contención. Si el terreno contenido por este tipo de muros se encharca de agua y se satura debido a un fallo en el drenaje del mismo, el muro deberá resistir, además del peso del terreno, el peso del agua que lo satura, siendo muy probable que se produzca su fractura. 
 
Los daños de la cimentación terminan por afectar a las estructuras de los edificios, apareciendo grietas de cuyo estudio se pueden deducir las causas que los han originado y su solución. 
 
La cimentación de un inmueble se repara recalzándola. La solución consiste en hacer más grande su superficie de contacto con el terreno, para que la fuerza que ejerce sobre él sea menor y no haya problemas. Dado que los cimientos de un edificio no pueden dejar de trabajar, lo primero que hay que hacer antes de reparar una zona de la cimentación es transmitir las cargas que soportan a un elemento provisional, que las reparta a otros puntos de la estructura o al terreno. Una vez logrado, se construye una cimentación nueva, más amplia, o se agranda la existente, sin demolerla. 
 
Otra solución sería, si el terreno es de muy mala calidad y no permite los trabajos antes descritos, transmitir la carga a capas del terreno más profundos y más resistentes, mediante pilotes, columnas de hormigón armado que se atan a la cimentación existente. 
 
Otra solución para reparar unos cimientos que están cediendo consistiría en aumentar la resistencia del propio terreno mediante la inyección de lechadas de cemento, colocación de drenajes, etc. 
 
DAÑOS MÁS FRECUENTES EN LAS ESTRUCTURAS
 
Elementos verticales (Muros, pies derechos, etc)  
 
Degradación de morteros de muros de ladrillo por ataque de sulfatos. Se trata de una patología que consiste en una degradación del mortero empleado en la construcción de muros de ladrillo debido a la presencia de sulfatos en los ladrillos que reaccionan en presencia de humedad con los aluminatos del mortero de cemento Pórtland, produciéndose una expansión del mismo que origina deformaciones y grietas en muros o roturas en los ladrillos. La solución pasa por la prevención, empleando ladrillos con bajos contenidos en sulfatos o morteros ricos en cemento Pórtland en sitios húmedos tales como sótanos. El tratamiento habitual consiste en la demolición y reconstrucción del elemento afectado. 
 
El mortero entre los ladrillos se convierte en arena, quedando éstos sueltos. Hay que demoler la zona afectada y reconstruir. 
 
Se trata de una reacción química que degrada, convirtiendo en arena, al mortero que une los ladrillos del muro, quedando éstos prácticamente sueltos y el muro muy debilitado, siendo necesaria su reconstrucción. 
 
Daños por expansión por humedad de las piezas cerámicas. Es un proceso que se produce por la absorción de humedad ambiental en los ladrillos de arcilla cocida que forman los muros y la consiguiente expansión de las piezas, originándose tensiones en la longitud de los muros afectados, tanto más elevadas cuanto mayor es su longitud sin juntas y ocasionando la aparición de fisuras y grietas en los elementos afectados.  
 
Grietas y/o fisuras provocadas por el aumento de tamaño de los ladrillos que han absorbido humedad. Hay que demoler la zona afectada y reconstruir. 
 
Cuando los ladrillos de los que están compuestos los muros no están suficientemente cocidos, pueden absorber con mayor facilidad la humedad presente en el ambiente, produciéndose un aumento de tamaño que origina grietas en los muros que son mayores cuanto mayor es la distancia entre juntas de dilatación en los muros. 
 
Comba o pandeo de muros, tabiques, pies derechos. Consiste en la deformación del elemento afectado, formado una curva, debido habitualmente a un exceso de carga. La solución a este problema pasa por la reducción de la carga soportada o el refuerzo o sustitución del elemento de tal manera que sea capaz de soportar dicho esfuerzo sin deformarse. En maderas puede ser también originado por cambios internos en su distribución de humedad. 
 
El muro, tabique, pilar, etc., se “dobla” por un exceso de carga. Hay que aligerar la carga y/o reforzar o sustituir el elemento. 
 
Ocasionadas normalmente por un exceso de carga sobre el muro, consiste en que el mismo se deforma combándose. Existen dos soluciones a este problema: o reducir la carga que soporta el muro o reforzarlo. 
 
Desplome. El desplome consiste en la pérdida de la verticalidad por parte de un muro o de un pie derecho. Es una lesión detectable a simple vista cuya solución comprende la localización de la causa que origina el desplome, su reparación, y la sustitución o refuerzo del elemento, dependiendo siempre del estado real de éste. 
 
El muro, tabique, pilar, etc., se encuentra inclinado. Hay que aligerar la carga y/o reforzar o sustituir el elemento. 
 
Consiste en la inclinación excesiva del muro que puede deberse a distintas causas: desde una carga excesiva a una carga que tienda a abrirlo hacia el exterior (por ejemplo, provocada por un tejado, o por daños en el material que compone el muro. 
 
Grietas en muros. Una grieta es una rotura que alcanza todo el espesor del elemento constructivo, partiéndolo en dos y, en muchas ocasiones, afectando seriamente a su capacidad portante o debilitándolo para su función como envoltura. El origen de este problema puede estar en diversos hechos: daños en su estructura interna, movimientos de la cimentación que no sean resistidos por el muro afectado, un reparto deficiente de esfuerzos o de sobrecargas no previstas, variaciones en las condiciones térmicas y de humedad que dañen la cohesión interna del muro, etc. Tras un análisis detenido que aclare el origen de cada grieta, y siempre que el elemento afectado se pueda mantener, la solución pasa por el sellado de las mismas mediante una masilla específica. 
 
Roturas en todo el espesor del muro. La reparación varía según la gravedad de la grieta. 
 
Las grietas son roturas del muro que alcanzan a todo su espesor, partiéndolo en dos. Dependiendo de las causas que la hayan provocado, pueden tener poca importancia o delatar un grave problema del muro afectado. Dependiendo de su gravedad, se pueden reparara de distintas maneras. 
 
Humedades por condensación. Se producen cuando la temperatura superficial de una pared es inferior al punto de rocío del ambiente. Normalmente las humedades se producen en tiempo frío, especialmente en invierno, y suelen darse en cristales o paredes con un alto coeficiente de transmisibilidad térmica (muros deficientemente aislados del exterior o cristales de una hoja). La humedad del ambiente interior de la vivienda se condensa en los elementos fríos citados y provoca la aparición de una humedad prácticamente constante que origina la aparición de daños en acabados y de colonias de hongos que se extiende por toda la superficie del muro frío. Este tipo de humedades se evita o soluciona mediante la eliminación de los puentes térmicos, el aislamiento térmico y correcto de los muros, la sustitución de las vidrierías sencillas por nuevos vidrios de doble hoja y facilitando la ventilación de las habitaciones afectadas (especialmente en cuartos de baño y cocinas), además de evitar el aporte de vapor de agua directo al interior de la vivienda, mediante la ventilación al exterior de calefactores de gas, secado y planchado de ropa, cocina, duchas, etc. 
 
La humedad de ambiente de los locales se condensa y moja las paredes cuando éstas están más frías que el interior y no hay ventilación suficiente. Hay que aislar correctamente el elemento afectado. 
 
De la misma manera que cuando hace frío los cristales de las ventanas solían empañarse porque la humedad del ambiente interior de la casa se condensaba sobre ellos (problema hoy día más difícil de observar por el uso de dobles acristalamientos), la misma humedad se condensa en los elementos más fríos de la habitación, que suelen ser los muros en contacto con el exterior y sin aislamiento térmico. El resultado es que la cara interior del muro permanece húmeda y permite el crecimiento de hongos y manchas. En muchas ocasiones, los usuarios de la vivienda llegan a pensar que la humedad se ha originado por filtración de agua desde el exterior. La solución consiste en aislar correctamente el muro afectado e impedir que la humedad se condense sobre él o sobre cualquier otro. 
 
Elementos horizontales de estructura (Forjados) 
 
Flecha. La flecha de un elemento (normalmente forjado o vigas, dispuesto horizontalmente) es la deformación por esfuerzos de flexión, debido al peso que deben resistir. La flecha es, en sí misma, un proceso habitual siempre y cuando no sobrepase unos límites, sin embargo, cuando esa flecha es muy pronunciada, se hace necesario el refuerzo o sustitución, dependiendo del grado de deformación alcanzado, del elemento afectado. 
 
Los forjados se deforman, doblándose hacia abajo, debido a la carga que resisten. Si la deformación es excesiva, puede entrañar peligro para su estabilidad, debiendo reforzar el área afectada. 
 
Daños en sus elementos estructurales (viguetas). Las viguetas del forjado, sean del material que sean (madera, acero u hormigón) pueden encontrarse dañadas por problemas que afecten a los materiales que las componen (humedades, hongos, corrosión, etc) o debido a una sobrecarga que llegue a romperlas. La solución en estos casos va desde el refuerzo de dichos elementos a su sustitución. 
 
Daños en el material de entrevigado. Puede suceder que el material que hay entre las vigas, normalmente un entablado, cascotes o bovedillas, se dañe o desprenda y dé lugar a hundimientos puntuales en los forjados, que se solucionan reconstruyendo la parte desprendida y comprobando que no haya más daños similares. 
 
Cedimiento del forjado por daños en los elementos de apoyo. El forjado puede ceder debido a que las vigas o muros sobre los que apoya se encuentren en mal estado. Si bien no es un daño del forjado propiamente dicho, éste debe de ser apuntalado mientras se repara el elemento dañado. 
 
Daños por degradación de elementos de madera estructurales. 
 
Abarquillamiento, combas. Consiste en una deformación del elemento afectado como consecuencia de un secado no homogéneo o debido a cambios en sus proporciones de humedad. Dependiendo de la magnitud de la deformación, se hace necesario la sustitución de la pieza por otra nueva. 
 
Se trata de deformaciones producidas al secarse la madera de una manera desigual. Si son muy pronunciadas, el elemento debe sustituirse. 
 
Daños ocasionados por agentes climáticos. Cuando la madera está expuesta directamente a la acción de los agentes climáticos sufre un proceso de degradación como resultado de las distintas acciones que dichos agente ejercen sobre ella. Por un lado, una madera expuesta directamente al aire sufre una oxidación del carbono que la forma, envejeciéndola haciéndola adquirir un característico tono oscuro. Por otro lado, la radiación solar ocasiona la pérdida de color de la madera y la degradación de su capa exterior. Por último, la acción de la humedad y, especialmente, de los ciclos de humedad y secado degradan la madera y favorecen la aparición de hongos o de insectos que la atacan. El hielo ocasiona, asimismo, daños en la madera que favorecen la acción de otros elementos atacantes y una pérdida de resistencia. Como norma general, la madera debe de estar protegida de todos los factores antes citados por un material adecuado. 
 
El oxígeno del aire, la luz solar, la humedad y las heladas atacan la madera y la degradan. Toda madera situada en un ambiente exterior debe de estar convenientemente protegida. 
 
Daños ocasionados por hongos. Los hongos ocasionan la pudrición del elemento de madera afectado, provocando una merma de sección resistente que lleva consigo una merma de capacidad portante y el colapso del elemento. El hongo destruye la lignina de la madera, que es la sustancia que liga al resto de partículas que la forman, agrietándola. A partir de este primer ataque, la filtración de humedades no encuentra freno a su penetración y termina por pudrirse la sección entera por la acción del moho. En ocasiones, el ataque de hongos puede llegar a la desintegración completa del elemento de madera y los daños que eso provoca. Las esporas de los hongos, transportadas por el viento, se desarrollan cuando la madera sobre la que caen no se encuentra tratada y, además, se dan unas condiciones propicias para su ataque, tales como la presencia de aire, de humedad constante e intensa y de temperatura adecuada. En el interior de los inmuebles, los ataques por hongos suelen localizarse en el ámbito de las zonas húmedas (cocinas y baños) y suelen estar provocados por pérdidas habituales en las redes de agua, afectando tanto a la madera de las viguetas de los forjados como a los elementos que forman el entramado de los muros. Suelen producirse colapsos parciales en las zonas afectadas de graves consecuencias que incluso pueden provocar el colapso general del inmueble, si la afectación por hongo es muy extensa o se localiza en zonas estructurales clave. La reparación pasa por el saneado y refuerzo de los elementos dañados en el caso de que el ataque no sea grave, aunque el la mayoría de las ocasiones es necesario demoler y reconstruir la zona afectada. Los ataques son más o menos graves y extensos dependiendo de las características concretas del hongo o conjunto de hongos presentes. Siempre hay que procurar que los elementos de madera estén bien ventilados para que, en caso de humedades, puedan secarse con rapidez. 
 
Los hongos, actuando en un ambiente húmedo, pudren la madera hasta que el elemento afectado se parte o se desintegra. La madera próxima a las cocinas, cuartos de baño y bajantes suele ser afectada cuando hay pérdidas en las instalaciones de evacuación o suministro de agua de estas zonas. Si el número de los elementos afectados es elevado, puede producirse el hundimiento del edificio. La reparación consiste en reforzar o reponer las piezas afectadas. 
 
Daños ocasionado por insectos. Hay distintos insectos que dañan a la madera, como la carcoma, las larvas de determinados coleópteros o las termitas. Los daños consisten en la realización de galerías internas en el elemento de madera afectado, de mayor o menor gravedad y extensión dependiendo del tipo de insecto que las practique. La prevención consiste en la impregnación de la madera con sustancias químicas insecticidas específicas, mientras que la reparación conlleva una serie de actuaciones mucho más costosas, tales como la reposición o reparación de elementos dañados y su tratamiento químico mediante inyecciones de distintas sustancias. 
 
Los daños por insectos se deben a las galerías que hacen sus larvas. La gravedad del daño depende del tipo de insecto y del tiempo que dure el ataque. 
 
Metales. 
 
Corrosión. Es un proceso por el cual un cuerpo metálico se destruye paulatinamente por la acción de agentes externos. Afecta especialmente al acero por su contenido en hierro. La más habitual en elementos estructurales de acero deficientemente protegidos es la oxidación por efecto de la humedad. En elementos de carpinterías o de cerrajerías puede producirse, cuando el acero o el hierro están en contacto con otros metales, el par galvánico, con daños por corrosiones puntuales. La reparación depende siempre del grado de afectación de cada elemento, pudiendo consistir en una sencilla protección del elemento, en el saneado de las partes oxidadas o la sustitución del elemento afectado. 
 
La corrosión afecta especialmente a los elementos de acero por su contenido en hierro. La más habitual es a causa de la humedad. 
 
Hormigones. 
 
Corrosión del acero de las armaduras del hormigón. Es un daño relativamente frecuente que ocasiona graves deterioros en las estructuras de hormigón armado, pues suele desarrollarse lentamente en el interior de los elementos afectados, terminando por mostrar signos visibles que obligan a reparaciones costosas. La corrosión de las armaduras provoca una pérdida de sección de éstas y la consiguiente merma de resistencia del elemento afectado, además de un deterioro del hormigón en que se haya embebida y la aparición de fisuras y grietas que terminan provocando su desprendimiento. Las causas que originan la corrosión de las armaduras pueden ser la acción de la carbonatación, la presencia de cloruros, el fisuramiento del elemento o la propia porosidad del hormigón, que permite el paso a través del hormigón y hasta las armaduras de oxígeno, humedad y otros agresores externos. La prevención consiste en la adicción de inhibidores de corrosión al hormigón antes de ejecutar las piezas. 
 
Distintas causas, unidas a un ambiente húmedo, pueden llegar a corroer las armaduras de acero que hay dentro de los pilares y vigas de hormigón. El proceso se agrava al expandirse el acero corroído y agrietar el hormigón, quedando expuesto a la acción de los elementos exteriores y dejando inutilizado el elemento afectado. 
 
Aluminosis del hormigón. Se trata de la degradación progresiva del hormigón en cuya fabricación se empleó cemento aluminoso, de uso relativamente frecuente entre 1.950 y 1.975. Dicho cemento se empleaba porque hacía que el hormigón fraguara antes que el ejecutado con cemento normal. Su uso ahora está prohibido. El daño consiste en que, con el paso del tiempo y en condiciones de humedad moderada, el hormigón se degrada y se produce la oxidación o corrosión de sus armaduras, apareciendo manchas de óxido, fisuras, grietas, flechas y deformaciones, pérdidas de material y mermas en la sección del acero de los elementos afectados que termina por provocar el colapso de la estructura. Los daños suelen localizarse en los forjados, ya que en las viguetas pretensadas que los forman se empleaba habitualmente este cemento. Dentro de los inmuebles, y debido a que una mayor presencia de humedad agrava el problema, los daños suelen estar localizados en las zonas húmedas (cocinas y baños) y adyacentes. El tratamiento depende del grado de desarrollo de la aluminosis en cada elemento, pudiendo solucionarse mediante la aplicación técnicas que faciliten un ambiente seco, hasta el refuerzo o sustitución de los elementos dañados. 
 
La aluminosis se da en un determinado tipo de hormigón que se empleó entre los años 1.950 y 1.975. Este hormigón se hizo con cemento aluminoso, un tipo de cemento que permitía acelerar el endurecimiento del hormigón y, en consecuencia, abarataba la obra. Sin embargo, con el paso del tiempo y en ambientes húmedos, este tipo de hormigón se degrada y se dañan las armaduras internas de los elementos estructurales. El problema se agrava al haberse empleado habitualmente este tipo de hormigón en la fabricación de viguetas pretensadas, dentro de las cuales el acero se encuentra sometido a un esfuerzo de tracción que lo hace más peligroso si es afectado. El forjado afectado se desploma si no es detectado y reforzado.  
 
Carbonatación del hormigón. Se trata de un fenómeno superficial del hormigón que se produce ante concentraciones elevadas de CO2 en el ambiente, y humedad y temperatura superiores a lo normal, variando el pH del hormigón y acelerándose el proceso de corrosión de las armaduras que, a su vez, origina tensiones en el hormigón que provocan su fisuración y desprendimiento, quedando las armaduras al descubierto. La prevención es el remedio más eficaz contra este tipo de daños, debiendo utilizarse, cuando el ambiente así lo recomiende, hormigones y revestimientos protectores adecuados. La reparación consiste en el saneado de los elementos afectados y aplicación de materiales apropiados para su conservación o, en caso extremo, su sustitución. 
 
Consiste en una degradación del hormigón cuando se encuentra en lugares con un ambiente rico en CO2, cálido y húmedo. La degradación comienza en el exterior y va erosionando el elemento afectado, llegando a descubrir las armaduras de acero y permitiendo su corrosión. 
 
DAÑOS MÁS FRECUENTES EN LAS FACHADAS. 
 
Revestimientos de fachada. 
 
Piedras de fachada. 
 
Degradación de la piedra natural. Descomposición superficial y desprendimiento de la capa externa en forma de arenilla o exfoliaciones, normalmente originada por la polución y el paso del tiempo. El tratamiento habitual consiste en la eliminación de la capa afectada y el mantenimiento de su base mediante la aplicación de sustancias químicas impermeabilizantes. 
 
La acción del clima y la contaminación provocan, con el paso del tiempo, que la cara exterior de la piedra se disgregue en forma de arenilla o escamas. El problema suele solucionarse eliminando la capa afectada y protegiendo la piedra con productos químicos. 
 
Degradación de piedra artificial de hormigón. Suelen sobrevenir en elementos de fachada en los que se haya empleado un contenido bajo de cemento. La superficie del elemento es atacada por CO2 u otros elementos o condiciones presente en la atmósfera, provocándose una degradación del mismo (carbonatación , heladicidad, etc) que termina por afectar a su armadura interna e imposibilitando una reparación. El tratamiento en estadios iniciales pasa por la limpieza y saneado de la capa afectada y la aplicación de un mortero especial que proteja al elemento base. 
 
En algunas ocasiones, las piedras artificiales de hormigón armado que se emplean en fachadas son atacadas por el anhídrido carbónico (CO2) presente en la atmósfera, produciéndose una reacción química que disgrega la capa exterior y permite el paso de agua que agrava el proceso, llegando incluso a corroer las varillas de acero internas. Si se aprecia el daño a tiempo, puede repararse retirando la capa de material dañado y aplicando un nuevo mortero especial que proteja la base. 
 
Revestimientos continuos. Enfoscados, yesos, revocos, estucos. 
 
Desprendimiento de revestimientos continuos. Se produce por un fallo en la unión entre el soporte y el material de asiento o entre una capa del revestimiento y su continua. Suelen ser debidos a la aparición de esfuerzos rasantes (dilataciones y contracciones higrotérmicas) o por efectos de humedades o sales cristalizadas. La solución consiste en la retirada completa del revestimiento, el saneado del elemento base y la aplicación correcta de un nuevo revestimiento. 
 
El material se separa de la base por la acción de dilataciones, humedades, etc. La solución consiste en su retirada y nueva aplicación correcta. 
 
Fisuración y daños en revocos. Suelen producirse por la retracción del mortero después de secarse, aunque también pueden tener su origen en la presencia de sales en la composición del propio material que provoquen eflorescencias. Por otro lado, los revocos sufren la humedad de la lluvia en ciclos de humectación y desecación que, al dar lugar a expansiones y retracciones del mismo, ocasionan su desconchado y desprendimiento. Asimismo, las heladas destruyen las capas exteriores de los revocos humedecidos. Las soluciones a estos problemas consisten en eliminar las áreas afectadas, reponiéndolo allí dónde se haya desprendido y en emplear sustancias químicas apropiadas que mejoren la resistencia de los revocos a estos agentes. 
 
El revoco que cubre la fachada se moja con las lluvias para secarse después. Esto hace que se contraiga y se agriete, terminando por desprenderse. El problema se agrava cuando el revoco humedecido se congela con las heladas. La solución consiste en eliminar las zonas dañadas y reponer el revoco, empleando sustancias químicas que lo protejan. 
 
Revestimientos mediante aplacados sujetos con morteros. El desprendimiento de alicatados exteriores, placas de mármol o granito adheridos al muro mediante morteros especiales se producen por la aparición de esfuerzos rasantes o bien por acción de la humedad debida a la gran cantidad de agua de lluvia que pueda entrar por las juntas existentes.  
 
Revestimientos mediante aplacados sujetos con anclajes metálicos. Se trata de piezas (piedra, piedra artificial, paneles, etc) sujetas al muro mediante distintos sistemas de anclaje metálico. Dichos anclajes pueden corroerse con el paso del tiempo debido a cambios de humedad o temperatura y hacer más fácil su arrancamiento por succión del viento. 
 
Ladrillos de fachada. 
 
Heladicidad del ladrillo. Cuando los ladrillos se saturan con facilidad de agua y, ante una bajada de temperaturas, ésta se hiela, sufren daños consistentes en un desmenuzamiento del material más expuesto a la acción del hielo, normalmente su cara exterior. El agua, al helarse, aumenta de volumen, y este aumento provoca pequeñas fracturas en el interior saturado del ladrillo, que, a la larga, hacen necesaria la sustitución de las piezas afectadas. La prevención consiste en emplear elementos no heladizos o en aplicar un material hidrófugo. 
 
Heladicidad del ladrillo agravada por defectos en el mortero de las juntas. Ocurre cuando un ladrillo ligeramente heladizo, que no debería presentar problemas durante la vida útil del inmueble, se degrada a causa de defectos en el mortero que une unas piezas con otras. Dichos defectos pueden tener su origen en una mala dosificación del mismo o en una insuficiente compactación de las juntas. El mortero se disgrega en arena y al agua que penetra en mayor cantidad en el muro es absorbida por una mayor superficie de ladrillo, originando el problema de la heladicidad antes descrito o bien incluso el desprendimientos de las piezas enteras por falta de material de unión. El tratamiento de este problema consiste en retirar las juntas del mortero en mal estado hasta llegar al material sano, lavar con agua a presión y volver a rejuntar las piezas con un mortero apropiado. 
 
Eflorescencias. Consiste en el depósito de cristales de sales, habitualmente blancos, en la superficie de los ladrillos de fachada. También se pueden producir en tejas, pisos cerámicos u hormigones. Se producen cuando sales solubles en agua presentes en el mortero de agarre de las piezas o en las propias piezas son transportadas por capilaridad a través de un material poroso y depositadas en su superficie cuando se evapora el agua por efecto del sol o del aire. Su tratamiento pasa por una limpieza de los ladrillos afectados con cepillo. En algunas ocasiones, la lluvia y el tiempo son suficientes para su limpieza. En el caso de que las sales vengan disueltas en humedades provinientes del terreno, debe de estudiarse una solución más compleja. 
 
DAÑOS MÁS FRECUENTES EN LAS CUBIERTAS. 
 
Patología de cubiertas inclinadas. Las cubiertas inclinadas suelen presentar patologías específicas derivadas de daños originados en el material de cubrición de las mismas, normalmente tejas cerámicas o de pizarra, a los que se añade un deficiente mantenimiento que agrava el daño considerablemente. Hay otros tipos de patologías que afectan a los elementos que la forman (daños en estructura o por condensaciones) que se tratan en el apartado correspondiente. Los daños específicos de cubierta consisten en fallos en el material de cubrición debido a la acción de agentes externos sobre el mismo: movimiento o desprendimiento de tajas por viento o animales, roturas por heladicidad en las piezas (tratado en el capítulo de ladrillos cerámicos), pedrisco, etc. Dichos daños en el material externo de cubierta facilitan la penetración del agua y dan lugar a su vez a todos los problemas que la humedad puede ocasionar en los elementos afectados del resto del inmueble. Otro tipo de daños habituales consisten en los que se centran en los elementos de recogida y evacuación del agua de lluvia, tales como canalones, limahoyas o bajantes que impiden a estos elementos cumplir su función y permiten al agua fluir por zonas que son dañadas. Un correcto mantenimiento, que consista en la limpieza y comprobación anual de canalones, limas, tejas u otros elementos, reparando inmediatamente aquél que presente algún problema es la mejor solución para evitar que los daños se agraven. 
 
DAÑOS MÁS FRECUENTES EN LOS ACABADOS. 
 
Embaldosados y alicatados. 
 
Abombamiento de alicatados. Consiste en el despegue y levantamiento de las piezas, formando zonas ahuecadas que terminan por desprenderse completamente. Suele deberse a una deficiente ejecución del material de agarre. El tratamiento habitual consiste en retirar las piezas afectadas, eliminar el mortero mal ejecutado, sanear la superficie del paramento que sirve de soporte y volver a colocar las piezas como si fueran nuevas. 
 
Rotura de alicatados por golpes. Un golpe fuerte puede romper cualquier alicatado. Sin embargo, cuando esto sucede con cierta facilidad, suele ser debido a un defecto de fijación, posiblemente realizada con un material de agarre débil. La solución consiste en reponer inmediatamente las piezas rotas. 
 
Agrietamiento de alicatados. Los alicatados que cubren un muro suelen agrietarse cuando éste sufre movimientos que provocan tensiones en las piezas que llegan a fracturarlas. La grieta o fisura suele afectar a varias piezas y mostrar una continuidad entre ellas. La reparación pasa por la sustitución de las piezas dañadas por otras nuevas y el empleo de material de agarre flexible y juntas elásticas que impidan la transmisión de las tensiones antes citadas. 
 
Desprendimiento de alicatados realizados sobre mortero de yeso. Se trata de un defecto bastante común en la reformas de viviendas. Consiste en la colocación de alicatados mediante adhesivos sobre paramentos originalmente cubiertos con yesos sin retirar éstos primero. La humedad que se origina en la instalación, además de las humedades originadas por condensación, no puede ser eliminada porque se lo impide la barrera formada por el material de agarre y el propio alicatado, haciendo que el yeso se hinche y dañe el material adhesivo, que verá muy mermada su capacidad de fijación al alicatado y se desprenderá. En el caso de que el material de agarre mantenga su adherencia, la expansión del yeso romperá los azulejos. La solución consiste en la retirada del todo el material hasta el muro revestido y, tras la limpieza de éste, aplicar mortero de cemento y alicatar encima. 
 
Falta de adherencia de embaldosados. Cuando se da este problema suele afectar a superficies relativamente amplias. Su origen está en una deficiente colocación de las piezas, especialmente si se trata de embaldosados adheridos con mortero hidráulico o cemento rápido. Habitualmente se debe a que las baldosas hayan estado más tiempo del necesario en agua, antes de su colocación, lo que ocasiona que el exceso de agua impida su correcta adherencia al mortero. También es frecuente que, habiendo pasado más tiempo del necesario entre la aplicación del mortero y la colocación de la baldosa, el primero haya comenzado a fraguar y su adhesión no sea suficiente. La reparación pasa por la retirada de las piezas afectadas y su correcta recolocación. 
 
Alicatados o solados sujetos con adhesivos químicos. El desprendimiento de estos materiales suele deberse a la aplicación de un producto de agarre no adecuado a la pieza o al soporte. De producirse esta circunstancia, es necesario habitualmente retirar la totalidad del material afectado y volver a instalar correctamente un solado de las mismas características. 
 
Elementos sujetos con fijación mecánica. Suele tratarse de piezas grandes y pesadas que, debido a sus características, se sujetan con puntas de acero, grapas o tornillos que se fijan a la obra mediante tacos de plástico o madera. Los defectos en este tipo de sujeción suelen tener su origen en una mala elección del elemento de fijación, adoptando uno con sección o longitudes no apropiadas al peso que deben resistir. 
 
Pinturas. 
 
Aparición de bolsas o “burbujas”. Consiste en un hinchamiento en zonas puntuales de la pintura que se forma generalmente en pinturas impermeables y flexibles aplicadas sobre cualquier paramento. Normalmente se deben a humedades internas de los propios paramentos que, al no poder evaporarse, quedan atrapadas en la cara interna de la pintura, haciendo que ésta se despegue. El tratamiento de este defecto pasa por retirar y lijar las zonas afectadas, aplicar un elemento fijador y volver a aplicar una pintura porosa que facilite la evaporación del agua . 
 
Desconchado. Se trata de un defecto muy común, y suele ser consecuencia de una aplicación incorrecta que provoca una falta de adherencia en la pintura y su desprendimiento. La pintura, una vez aplicada, seca de tal manera que endurece como un esmalte pero no adquiere su flexibilidad, comienza a cuartearse y, con el paso del tiempo, los agentes ambientales atacarán al revoco que hay bajo la pintura y provocarán su deterioro. Una correcta aplicación, con una preparación del soporte que facilite su adherencia, además del uso de una pintura adecuada tanto al soporte como al ambiente, impiden este problema tan frecuente cuyo tratamiento, en el caso de que aparezca, consiste en la retirada de la pintura y limpieza del soporte en las zonas que presenten cuarteamiento, la preparación de la base y el empleo de una pintura apropiada. 
 
Entizamiento. Problema también muy frecuente que suele aparecer en los trabajos de repintado en zonas donde la pintura original se encuentre deteriorada. El pigmento se desliga del aglomerante y éste se decolora y se disgrega convirtiéndose en polvo. La reparación de este tipo de defectos pasa por la limpieza de la zona afectada retirando íntegramente el polvillo blanco con un trapo húmedo, aplicando posteriormente un fijador apropiado a la base y a la pintura que se vaya a emplear. 
 
Manchas. Las manchas en la pintura aparecen a causa de humedades que pueda haber en el interior del muro y del soleamiento de la fachada.. Si la pintura permite la evaporación de dicha humedad, en vez de aparecer ampollas suelen aparecer manchas, más o menos grandes, que oscurecen la fachada. Con el tiempo, aparecen fisuras y desconchados. 
 
DAÑOS MÁS FRECUENTES EN LAS INSTALACIONES. 
 
Patologías originadas por instalaciones. Normalmente, los daños más comunes que tienen su origen en las instalaciones de un inmueble son daños relacionados con humedades. 
 
Instalación de saneamiento. Suelen producirse pérdidas de agua en puntos de la red por rotura, desplazamientos o deficiente ejecución de la misma. Las pérdidas en la red de saneamiento y pocería originan humedades en los puntos de pérdidas que pueden conllevar daños en la estructura del inmueble por pudrición de maderas u oxidación de elementos metálicos. Las pérdidas en la red de pocería o en el saneamiento de la planta en contacto con el terreno pueden llegar a ocasionar daños tanto en la estructura como en la cimentación del inmueble, por humedades constantes o por el lavado del terreno situado bajo las zapatas que forman la cimentación, ocasionando graves problemas que pueden llegar a originar hundimientos en distintos puntos. Por otro lado, el agua presente en el terreno puede provocar la aparición de humedades por capilaridad en muros u otros elementos del edificio que originen problemas estructurales, o bien daños en el acabado de paramentos o solados que afecten a la salubridad de la zona afectada. 
 
Daños producidos por pérdidas de agua. 
 
Humedades que pueden conllevar daños en la estructura y la cimentación del inmueble por pudrición de maderas, oxidación de elementos metálicos o por el lavado del terreno situado bajo las zapatas que forman la cimentación. Se deben a pérdidas en la red de saneamiento y pocería por rotura, desplazamientos o deficiente ejecución de la misma. 
 
Daños producidos por el agua presente en el terreno . 
 
Aparecen humedades por capilaridad en muros u otros elementos del edificio que originan problemas estructurales, o bien daños en el acabado de paramentos o solados que afecten a la salubridad de la zona afectada. 
 
Instalación de suministro de agua. Se pueden originar daños por roturas de tubos que componen la red y que ocasiones humedades que den lugar a problemas ya citados en otros apartados, especialmente cuando en vez de una rotura de un tubo, se pierda agua a través de algún defecto en alguna soldadura o punto (chispero) que permita una salida limitada pero constante de agua. Suelen producirse también daños severos en las tuberías exteriores por congelación y expansión del agua que transportan debido a un deficiente aislamiento que proteja a la red de las posibles heladas. Es frecuente que las tuberías ocasionen daños en elementos adyacentes de madera o acero por condensación de la humedad del ambiente en su superficie fría que hace que el material se encuentre con un grado de humedad más elevado que facilite un proceso de degradación. 
 
Daños producidos por roturas en los tubos. 
 
Humedades que pueden conllevar daños en la estructura y la cimentación del inmueble por pudrición de maderas, oxidación de elementos metálicos o por el lavado del terreno situado bajo las zapatas que forman la cimentación. Se deben a la rotura total o parcial de tubos. 
 
Daños producidos por defectos en la ejecución de la red. 
 
Aparecen por condensación de la humedad en elementos interiores adyacentes de madera o acero, así como en las tuberías exteriores por congelación y expansión del agua que transportan, debido a un deficiente aislamiento que proteja a la red.